martes, 8 de septiembre de 2009

FABULAS DEL TORO (Esopo)

Todos conocemos, quizá, innumerables refranes, adagios o proverbios, que son enseñanzas moralizantes unas veces, consejos o sentencias otras y que son producto de experiencias de la vida misma.
No es que me proponga en esta nueva sección dar ningún tipo de consejos, sentencias o enseñanza alguna. ¡Líbreme Dios de tamaña insolencia! que, además de un atrevimiento petulante, mostraría una osadía poco aceptable y que en ningún caso pretendo.
Se trata de transcribirles una serie de FABULAS en las que el toro es protagonistas, extraídas de Esopo primero, y posteriormente escudriñaremos a Aviano, Fedro, La Fontaine o Samaniego, que son, al parecer, los más famosos en esta disciplina.
Una pequeña reseña histórica, de este famoso escritor de fábulas griego, nos dice que su existencia real fue un tanto dudosa, aunque varios escritores posteriores y contradictorios en sus afirmaciones, vienen a decir que vivió hacia el s.VI a.C. y pudo ser originario de Tracia, Samos, Sardes o Egipto. Según Plutarco era feo, tartamudo y jorobado. Fue esclavo y liberado posteriormente por su dueño, el filósofo Janto. Sus fábulas se utilizaban como libros de texto en las escuelas y Platón decía que Sócrates se sabía de memoria los apólogos (fábula, ficción, parábola) de Esopo. Fue asesinado por Creso (rey de Lidia del 560-546 a.C.) en Delfos, dentro del templo de Apolo, tras una acusación falsa de robo.
Y sin más, he aquí algunas de sus fábulas.


Fábula 37.- El león y los tres bueyes
Pastaban juntos siempre tres bueyes.
Un león quería devorarlos, pero al estar juntos los tres bueyes le impedía hacerlo, pues luchar contra los tres a la vez lo ponía en desventaja.
Entonces con astucia recurrió a enojarlos entre sí con pérfidas patrañas, separándolos a unos de los otros. Y así, al no estar ya unidos, los devoró tranquilamente, uno a uno.
Si permites que deshagan tu unidad con los tuyos, más fácil será que te dañen.

Fábula 52.- El león y el toro
Pensando el león como capturar un toro muy corpulento, decidió utilizar la astucia. Le dijo al toro que había sacrificado un carnero y que lo invitaba a compartirlo. Su plan era atacarlo cuando se hubiera echado junto a la mesa.
Llegó al sitio el toro, pero viendo sólo grandes fuentes y asadores, y ni asomo de carnero, se largó sin decir una palabra.
Le reclamó el león que por qué se marchaba así, pues nada le había hecho.
- Sí que hay motivo - respondió el toro -, pues todos los preparativos que has hecho no son para el cuerpo de un carnero, sino para el de un toro.
Observa y analiza siempre con cuidado tu alrededor, y así estarás mejor protegido de los peligros.

Fábula 107.- El caballo, el buey, el perro y el hombre
Cuando Zeus creó al hombre, sólo le concedió unos pocos años de vida. Pero el hombre, poniendo a funcionar su inteligencia, al llegar el invierno edificó una casa y habitó en ella.
Cierto día en que el frío era muy crudo, y la lluvia empezó a caer, no pudiendo el caballo aguantarse más, llegó corriendo a la casa del hombre y le pidió que le diera abrigo.
Le dijo el hombre que sólo lo haría con una condición: que le cediera una parte de los años que le correspondían. El caballo aceptó.
Poco después se presentó el buey que tampoco podía soportar el mal tiempo. Contestóle el hombre lo mismo: que lo admitiría si le daba cierto número de sus años. El buey cedió una parte y quedó admitido.
Por fin, llegó el perro, también muriéndose de frío, y cediendo una parte de su tiempo de vida, obtuvo su refugio.
Y he aquí el resultado: cuando los hombres cumplen el tiempo que Zeus les dio, son puros y buenos; cuando llegan a los años pedidos al caballo, son intrépidos y orgullosos; cuando están en los del buey, se dedican a mandar; y cuando llegan a usar el tiempo del perro, al final de su existencia, vuélvense irascibles y malhumorados.
Describe esta fábula las etapas del hombre: inocente niñez, vigorosa juventud, poderosa madurez y sensible vejez.

Fábula 116 - El camello y Zeus
Sentía el camello envidia por los cuernos del toro, y quiso obtener los suyos propios. Para esto fue a ver a Zeus, pidiéndole le regalara a él unos semejantes. Pero Zeus, indignado de que no se contentara de su gran tamaño y fuerza, no sólo le negó el darle los cuernos, sino que además le cortó una parte de las orejas.
La envidia no es buena consejera. Cuando quieras mejorar en algo, hazlo con tu esfuerzo y por tu deseo de progresar, no porque tu vecino lo tenga.

Fábula 120.- El buey y la becerra
Viendo a un buey trabajando, una becerra que sólo descansaba y comía, se condolió de su suerte, alegrándose de la de ella.
Pero llegó el día de una solemnidad religiosa, y mientras al buey se le hacía a un lado, cogieron a la becerra para sacrificarla.
Viendo lo sucedido, el buey sonriendo dijo:- Mira becerra, ya sabes por qué tú no tenías que trabajar: y es que estabas reservada para el sacrificio!.
No te ufanes de la ociosidad, pues nunca sabes que mal trae oculto.

Plácido González Hermoso

miércoles, 2 de septiembre de 2009

DIRCE Y EL TORO (Leyendas Taurinas)

En la mitología griega, rica en aconteceres y leyendas, encontramos el mito de Dirce. Una ninfa sacerdotisa del “dios cojo” tracio Dioniso. Dios del vino, la embriaguez y patrón de la agricultura y el teatro.
Los diversos autores, que hacen referencia a la ninfa Dirce en sus escritos, no se ponen de acuerdo sobre quién era su padre. Figurando, unas veces, como hija del dios-río Aquelóo, o de los dioses Apolo o Helios.
La mitológica leyenda cuenta que Dirce, estando casada con Lico, usurpador del trono de Tebas, hizo la vida imposible a la sobrina de su marido, Antíope, que vivía con ellos desde que fue repudiada por Lico, su esposo. Dirce la trataba como a una esclava, por la envidia que la tenía, debido a su belleza y a los rumores que afirmaban que Lico seguía estando enamorado de ella, e incluso, que cohabitaban a escondidas.
Antíope era hija del rey Niceto de Tebas y su belleza era tan extraordinaria que el mismo Zeus se prendó de ella, dejándola embarazada, tras seducirla tomando forma de sátiro. Sin embargo, Antíope tuvo que huir de la cólera de su padre, ya que éste no creía que el amante de su hija fuera el rey de los dioses y la acusaba de blasfema.
Dirce la acusó de haberse acostado con su marido y disfrutaba dándole salvajes tirones de sus trenzas y arañando su cara. Su odio visceral la llevó a encerrar a la desafortunada a oscuras, privándole incluso de agua para beber. Pero Antíope logró escapar y huyó hasta el monte Citerón, donde vivían sus hijos Zeto y Anfión, hijos de ella y de Zeus. Éstos, para vengar a su madre, atacaron Tebas, destronaron a Lico y ataron a Dirce a un toro que la arrastró hasta matarla, quedando despedazada contra unas rocas. En el lugar donde arrojaron su cuerpo brotó un manantial, que desde entonces lleva el nombre de la malograda ninfa. En otras versiones se afirma que el manantial brotó del cuerpo de la misma Dirce, a instancias de Dioniso.
Esa masacre de la ninfa encolerizó a Dioniso, conocido con el epíteto de Bromio (‘el que brama’), del que Dirce era sacerdotisa. El dios del vino enloqueció a Antíope, que recorrió toda Grecia en un estado lamentable, hasta que se encontró por casualidad con Foco un nieto de Sísifo {Sísifo fue considerado, en muchas obras posteriores a Homero, el padre de Odiseo, que lo vio, cuando bajó al Infiermo, empujando una piedra enorme cuesta arriba por una ladera empinada, y antes de alcanzar la cima de la colina la piedra rodaba hacia abajo, y Sísifo tenía que empezar de nuevo desde el principio (Odisea, XI, 593)}, que no sólo la curó, sino que además se casó con ella. Cuando murió, Antíope fue enterrada en la misma tumba de su esposo Foco y, posteriormente, fue una de las ánimas que pudo ver Odiseo cuando viajó al inframundo.
Este mito fue inmortalizado en la famosa escultura de el “Toro Farnesio”, una obra atribuida a los escultores rodios Apolonio y Taurisco de Tralles, hermanos (s. II ó I a.C.). Plinio el Viejo (23-79 d.C.), narra que la obra fue encargada a finales del siglo II a.C. y esculpida en un solo bloque de mármol. Pertenece al periodo helenístico y es considerada la escultura más famosa recuperada de la Antigüedad.
Fue descubierta en el año 1546, en las Termas de Caracalla en Roma, durante las excavaciones encargadas por el papa Pablo III (1534-1549), que buscaba encontrar esculturas antiguas para adornar su residencia romana. Actualmente se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.
Plácido González Hermoso