domingo, 22 de noviembre de 2009

EL PRIMER TORERO MURCIANO

PEDRO DE LA CRUZ “EL MAMON”

     Las primeras noticias que disponemos de este primer torero murciano conocido, nos las facilita Diego Ruiz Morales en su obra “DOCUMENTOS HISTÓRICO-TAURINOS, EXHUMADOS Y COMENTADOS” donde en su pag. 96, con el título “1750. Pedro de la Cruz. Una carta desconocida de un Lidiador de Feo Apodo” nos informa que son: “… paupérrimas las noticias que sobre este lidiador nos facilita Recortes en su exámen sobre la Tauromaquia en el siglo XVIII; lidiador que ostentó por esas plazas, no sabemos si por subrayar sus éxitos o sus fracasos, el apodo de El Mamón…” afirmando a continuación que de su existencia dan fe en sus escritos tanto Daza, como Moratín.
     La carta autógrafa que nuestro torero dirige al Clavario del Hospital, al parecer el de Valencia, que nos facilita Ruiz Morales, aunque este término no consta en el documento, “… pero tengo razones –dada la procedencia de la documentación- para estimarlo así”, afirma el Sr. Morales, que en aquella fecha firmaba con el seudónimo de “el Torero”. Literalmente la carta dice lo siguiente:
     “
Muy Sºr. mio y mi Dueño, después de desear a V.S. una cumplida salud y que exerzitte lamía en quantto fuere de su serbizio paso adezirle como p.r Cartta que ereziuido de Joseph Ponciano vecino deesa Ziudad, me participa que para el día 27 de Julio sezelebran [sic] las Corridas de toros en esa Ziudad hasta el 29 del prebiniéndome al mismo [sic] tiempo elqueno hago faltta; y respectto de que quando reziuí dha Cartta tenia ya dada palabra al Cau.º Correg.r destta Ziudad para asistir ala fiesta de Toros que en los mismos dias del mes de Julio se hande Correr en ella; Me balgo de la protección y autoridad de V.S. suplicándole sesirua ynteresarse afín de que se suspendan las fiestas de toros Que se han de celebrar enesa Ziu.d para el mes de Agosto pues hasta el dia 24 del metendra V.S. para seruirle, lo que executare gustoso si selogra el que se difieran dhasfiestas para primeros de dho. mes de Agosto, y me llebare hazia alla dos Amigos de especial abilidad, y ottro que rejonea a lo Turco quienes desempeñaran su obligación, a cuio fauor estare Spre. agradecido y mui para servir a V.S. si le mereciere sus preceptos: y estimare infinito meabise V.S. lo que resultase deestami suplica y enel ínterin q.do (quedo) rog.do(rogando) a Dios le g.e m.s a.s
                                 Murzia y Junio 25 de 1750.
                      B. L. m.s de V.S. su mas  Af.to y rend.do ser.r  
                      Firma: “Pedro de la Cruz el Torero” ....... S.r Clavario.”
-----Traje goyesco 1780
     Lo más sorprendente e insólito que refleja esta carta, es la pretensión del torero de que se suspendiesen o retrasasen las corridas de toros en Valencia hasta primeros de Agosto, ya que tenía apalabradas varias corridas en Murcia, en el mes de Julio. Todo ello nos demuestra que, en aquellos años, Pedro de la Cruz, debió gozar de bastante fama y predicamento, además de tener, presumimos, una poderosa influencia con el Clavario de Vale
ncia, pues de no ser así, se supone que ningún torero de “medio pelo” (dicho con todos los respetos) se atrevería a tamaña insolencia pretensiosa.
     Otro detalle que revela la misiva, es la posibilidad de que, en aquella fecha, contaría con una especie de cuadrilla propia fija y, sobre todo, la presencia de un personaje que “rejonea a lo Turco”. (1)
     A pesar de la importancia de la carta que aporta Ruiz Morales y que, al igual que del resto de los documentos que transcribe en su libro, están extraídos del Archivo Histórico Nacional y merecen todo el crédito debido, no hay que darle mayor importancia a la frase de que: “…son paupérrimas las noticias sobre este lidiador…”, ya que, a pesar de la corta bibliografía taurina que poseo, podemos conocer mas datos sobre las andanzas de este peculiar torero murciano.
     Según la Tauromaquia de Guerrita, parece ser que toreó en Bilbao los días 19, 20 y 21 de Agosto de 1.756 en la Plaza vieja “…que se convertía al efecto en circo taurino, clavándose fuertes barrotes de hierro en el suelo de trecho en trecho, ligados unos a otros hasta formar un círculo, detrás del que se levantaban, por medio de andamiajes, los tendidos... Entre las más notables corridas celebradas en esta Plaza, figuran las que se efectuaron el citado año de 1.756, con motivo de la apertura de la iglesia de San Nicolás...”
En la nota al pié de página se cita: “…jugándose 23 toros del campo de Salamanca y Castilla la Nueva, que costaron, puestos en Bilbao, 27.348 reales y las propinas de los vaqueros. La nómina de los lidiadores que en ella tomaron parte es la siguiente:
Picadores.- Juan Amisas y Cristobal Rabisco, a 2.400 reales.......4.800.-
Primer torero a pié.- Diego del Alamo..........................................2.400.-
Segundo id id -PEDRO DE LA CRUZ..........................................1.500.-
Tercero id id -Juan Castell (Castelillo).........................................1.500.-
Vicente Sánchez (Manchego).....................................................1.200.-
                                                       Total…....………13.268.-
(2)



     A pesar de esas paupérrimas noticias a que hace referencia Ruiz Morales, sí podemos ampliarlas, aún más, con las que nos aporta un eminente médico-bibliófilo navarro, D. Luis del Campo, extraídas del Archivo Municipal de Pamplona, donde no ha quedado legajo alguno que se haya resistido a sus agudas pesquisas, y, con ello, nos revela las andanzas pamplonicas del torero murciano.
     Según éste autor, el lunes 20 de junio de 1757, viaja a caballo desde Madrid a Pamplona, en compañía de dos Picadores de vara larga, según una carta, de 22 de junio, del delegado del Ayuntamiento de Pamplona en Madrid, Sr. Mendinueta informando: “...pongo en su noticia como el lunes 20 del presente se pusieron en viaje para esa Pascual Brey y Miguel Ramírez, ambos picadores de vara larga y de la mejor habilidad que hay en los que al presente se hallan en esta Corte, esperando yo dejen a V.S. con el lucimiento que apetece y yo deseo. Tengo manifestado a V.S. van ajustados en los propios términos y circunstancias que los del año anterior, a reserva de que por la misma detención que hagan en esa Ciudad se les ha de considerar a cada uno el peso diario para su gasto. Y a fin de que V.S. se halle enterado del dinero que les he entregado a cuenta, incluyo el recibo adjunto de 23.400 reales y una cuentecita de 16 doblones y medio que he pagado por los cuatro caballos que llevan para torear, cuyas dos partidas componen la cantidad de 53.170 reales de vellón. En compañía de los mismos picadores ha ido Pedro de la Cruz, alias el Mamón…" (3)
     El Sr. del Campo, al hacer la biografía navarra de nuestro primer torero murciano conocido, dice de Pedro de la Cruz: “Oriundo de Murcia debió de ser célebre en su época, aunque los datos que refieren algunos tratadistas resultan harto confusos.
    En Pamplona actúa por los sanfermines de 1757, realizando el viaje desde Madrid a
caballo en compañía de los picadores Ramírez y Brey. Comunicaba el Sr. Mendinueta, representante del Ayuntamiento de Pamplona en Madrid, entre otras muchas cosas, al Municipio el 22 de junio de tal año: “… ha ido Pedro de la Cruz, alias el mamón, por una carta que parece le ha escrito a este efecto Prudencio García (
famoso torero considerado navarro o vasco-navarro, incluso por su contemporáneo Daza, a pesar de ser natural de Logroño), y no habiendo aquí torero de fundamento he tenido por conveniente suspender toda diligencia, bien que espero que si no le impide alguna desgracia, sea bastante a desempeñar con lucimiento la fiesta, haciendo presente a V.S. que yo nada he tratado con él para este viaje, a fin de que por V.S. se le haga la consideración que tuviere por conveniente y merezca su trabajo...”.
    Al parecer le pagaron por su actuación unos emolumentos algo elevados, como se hace constar en el libramiento correspondiente de 1757: “Pagó el Tesorero al Mamón y su compañero, 800 reales”, a pesar de que según se hace constar, por el Ayuntamiento de Pamplona al delegado en Madrid, Sr. Mendinueta, en carta del 21 de julio de 1757: ”...el famoso Mamón empezó a hacer algo, pero luego le acometió una cojera de miedo que le duró en las dos corridas y no será poco que esté libre de ella a la hora de ésta, con que más sirvió de objeto de risa que de diversión...” a cuya información respondió el Sr. Mendinueta :”...lo que únicamente me causa admiración es lo mal que se ha portado el Mamón, pues es cierto que en cuantas corridas le hemos visto ha sido especialísimo no sólo en el uso de sus bufonadas, sino en la destreza del primor, pero como esta facultad tiene su término, sin duda habrá empezado a declinar”. Se cree que en dicha ocasión pudo realizar la suerte de “montar los toros”.(4) De todo ello se desprende que toreó varios años en Pamplona.
     Otra vez Guerrita, en su Tauromaquia, al biografiar a nuestro torero, dice: “Pedro de la Cruz (el mamón), Matador de toros, que figuró en la segunda mitad del siglo XVIII. Como tercer espada trabajó en la Plaza de Madrid el 18 de Mayo de 1758”.(5)
     Fernández de Moratín lo cita en su célebre “Carta Histórica”, publicada en 1775, y dice que los varilargueros, “...cuando caen del caballo, suelen esperar a los toros a pié, con la garrocha enristrada, y al Mamón le vimos mil veces cogerlos por la cola y montar en ellos”.(6)

     Dicen que debió ser un torero original, entre serio, bufo y grotesco. Algo parecido a lo que más tarde fue un Lavi o un Larita.
     Pero no olvidemos que el toreo en el siglo XVIII se parecía poco al del siglo XIX y mucho menos al toreo actual.
     Por ello, hay que tener presente que, por aquellas calendas, se estilaban las suertes de la lanzada a pié, saltar los toros, tanto al trascurno (incluso practicado por Guerrita, ver La Lidia de 1.890) como de cabeza a cola, mancornarlos, montarlos, picarlos montados sobre otro hombre (reflejado en la tauromaquia de Pepe Hillo) y otras suertes pintorescas hasta finales del s.XIX.
    Los que puedan tener acceso, vean las imnumerables imágenes y las diferentes suertes publicadas por “La Lidia” y verán que el torero murciano no era un torero ni raro, ni diferente a los de su época.
     Por tanto, lo que pueda parecer y deducirse del final de la carta pamplonica, el torero murciano, para mí y espero que para la mayoría de los aficionados, no fue un torero ni bufo ni experpéntico, si no que actuó ajustándose a los cánones de la época y respondió a los gustos que aquel público demandaba. Por tanto “ningún demérito” para D. Pedro de la Cruz “El Torero” ó “El Mamón”, como quisiera o quisiesen llamarle. Por ello todos los respetos, no solo para este torero, sino para todos los toreros de todas las épocas; y como decimos los taurinos: “un respeto para todos los que se visten de luces”.
Plácido González Hermoso.

BIBLIOGRAFÍA
(1).- Diego Ruiz Morales, “Documentos histórico taurinos” pag. 97.- La carta se encuentra en el Archivo Histórico Nacional. Diversos. Fiestas públicas. Legajo 1. Autógrafos de toreros. Número 5.
(2).- “La Tauromaquia” de Guerrita, 1896, tomo II, pag. 645
(3).- Luis del Campo “Pamplona y Toros, siglo XVIII”, pag. 261
(4).- Luis del Campo “Pamplona y Toros, siglo XVIII”, pag. 271
(5).- “La Tauromaquia” de Guerrita, 1896, tomo II, pag. 1101
(6).- Nicolás Fernández Moratín, “Carta Histórica”,Edicc. de La Fiesta Brava, MCMXXIX, pag. 29

sábado, 3 de octubre de 2009

FABULAS DEL TORO (Esopo) - II

Seguimos con otra remesa de las conocidas fábulas de Esopo, cuyos datos biográficos, resumidos, aportamos en la publicación anterior.

Fábula 121.- Los bueyes y el eje de la carreta
Arrastraban unos bueyes una carreta cuyo eje chirriaba ruidosamente. Se volvieron aquellos a la carreta diciendo:
-- Oye amiga --, somos nosotros quienes llevamos la carga. ¿ y eres tú quien se queja ?
En la vida encontrarás a muchos que se fingen cansados de ver trabajar a otros.

Fábula 122.- El buey y el mosquito
En el cuerno de un buey se posó un mosquito.
Luego de permanecer allí largo rato, al irse a su vuelo preguntó al buey si se alegraba por fin que se marchase.
El buey le respondió:
-- Ni supe que habías venido. Tampoco notaré cuando te vayas.
Pasar por la vida, sin darle nada a la vida, es ser insignificante.


Fábula 274.- Los bueyes contra los carniceros
Decidieron un día los bueyes destruir a los carniceros, quienes, decían los bueyes, estaban acabando con su gremio.
Se reunieron entonces para llevar a cabo su objetivo, y afilaron finamente sus cuernos.
Pero uno de ellos, el más viejo, un experimentado arador de tierras, les dijo:
- Esos carniceros, es cierto, nos matan y destrozan, pero lo hacen con manos preparadas, y sin causarnos dolor (apuntillándonos). Si nos deshacemos de ellos, caeremos en manos de operadores inexpertos y entonces sí que sufriríamos una doble muerte. Y les aseguro, que aunque ya no haya ni un solo carnicero, los humanos seguirán buscando nuestra carne.
Nunca trates de cambiar un mal por otro peor.


Fábula 289.- El ciervo en el pesebre de los bueyes
Un ciervo perseguido por la jauría y ciego por el terror del peligro en que se encontraba llegó a una granja y se escondió entre unas pajas en un cobertizo para bueyes. Un buey amablemente le dijo:
-¡Oh, pobre criatura! ¿Por qué de esa forma, has decidido arruinarte, y venir a confiarte a la casa de tu enemigo?
Y replicó el ciervo:
-Permíteme amigo, quedarme donde estoy, y yo esperaré la mejor oportunidad para escapar.
Al final de la tarde llegó el arriero a alimentar el ganado, pero no vio al ciervo. Y aún el administrador de la finca pasó con varios de sus empleados sin notar su presencia. El ciervo congratulándose a sí mismo por su seguridad comenzó a agradecer a los bueyes su gentileza por la ayuda en los momentos de necesidad. Uno de los bueyes de nuevo le advirtió:
-Realmente deseamos tu bienestar, pero el peligro no ha terminado. Todavía falta otro hombre de revisar el establo, que pareciera que tiene cien ojos, y hasta tanto, no puedes estar seguro.
Al momento ingresó el dueño, y quejándose de que no habían alimentado bien a los bueyes fue al pajar y exclamó:
-¿Por qué falta paja aquí? Ni siquiera hay para que se echen.
-¡Y esos vagos ni siquiera limpiaron las telarañas!
Y mientras seguía examinando todo, vio sobresalir de entre la paja las puntas de una cornamenta. Entonces llamando a sus empleados, ordenó la captura del ciervo y su posterior sacrificio.
Nunca te refugies en los terrenos del enemigo.


Fábula 302.- El Toro y el Chivo
Un Toro, que huía de un León, se escondió en una cueva que algunos pastores habían ocupado recientemente.
Tan pronto como él entró a la cueva, un chivo que había quedado abandonado en la cueva, bruscamente lo atacó con sus cuernos. El Toro serenamente se dirigió a él:
-Deja de ponerme como tu objetivo lo más pronto que puedas. No te tengo ningún miedo, pero sí al León. Espera a que se marche aquel monstruo y te contaré lo que es la fuerza respectiva de un Chivo y la de un Toro.-
Nunca te aproveches de la angustia del vecino para pensar que eres superior.

Fábula 309 - El buey y la rana
Un buey que llegó a beber a una charca donde había un grupo de ranas jóvenes, pisó y aplastó a una de ellas matándola. Cuando llegó la madre y notó la ausencia de una de sus hijas, preguntó a sus hermanas qué había pasado con ella. "Está muerta, madre querida; ya que ahora mismo una bestia muy enorme con cuatro grandes patas vino a la charca y la aplastó de muerte con su talón hendido." La madre, hinchándose al máximo, preguntó, -¿Si la bestia fuera tan grande como este tamaño?- -Para, madre, de hincharte-, dijo una hija, -y no te enojes; ya que puedo asegurarte que más pronto te reventarás que imitar con éxito la inmensidad de aquel monstruo."
Cuando uno es maltratado, es mejor escuchar el consejo prudente que actuar incorrectamente por el deseo de venganza.

Fábula 320 - El ratón y el toro
Un toro fue mordido por un ratón, y enfadado por la herida, intentó capturarlo. Pero el ratón alcanzó su seguridad en su agujero. Aunque el toro cavó en las paredes con sus cuernos, se cansó antes de que pudiera alcanzar al ratón, y poniéndose de cuclillas, se quedó durmiento fuera del agujero. El ratón se asomó, se arrastró furtivamente hacia su flanco, y mordiéndolo otra vez, se retiró de nuevo a su agujero. El toro se levantó, y no sabiendo que hacer, quedó tristemente perplejo. Entonces el ratón dijo,-Los grandes no siempre prevalecen. Hay momentos cuando los pequeños y humildes son los más fuertes para hacer sus actuaciones.-
Nunca desprecies el valor de los pequeños.

Fábula 323 - El toro, la leona y el cazador
Un toro encontró a un pequeño león dormido y lo corneó hasta la muerte con sus cuernos. La Leona subió, y amargamente lamentó la muerte de su cachorro. Un cazador de jabalíes, viendo su angustia, estuvo de pie a una distancia y le dijo:
-Piensa cuántos hombres y mujeres hay que tienen razón de lamentar la pérdida de sus niños, cuyas muertes han sido causadas por ti.-
No nos lamentemos cuando nos tratan como nosotros tratamos a los demás.

Fábula 329 - El toro y el ternero
Un toro se esforzaba con toda su fuerza por apretarse para pasar por un paso estrecho que conducía a su puesto. Un ternero joven subió, y ofreció ir antes y mostrarle el modo por el cual él podría lograr pasar.
-Evítate el problema,- dijo el Toro; -yo sabía cómo hacerlo mucho antes de que tú nacieras.-
Cuando las circunstancias de un problema cambian, también deben de cambiarse las soluciones.

El león y el boyero
Un boyero que apacentaba un hato de bueyes perdió un ternero. Lo buscó, recorriendo los alrededores sin encontrarlo. Entonces prometió a Zeus sacrificarle un cabrito si descubría quien se lo había robado.
Entró de inmediato al bosque y vio a un león comiéndose al ternero. Levantó aterrado las manos al cielo gritando:
- ¡Oh grandioso Zeus, antes te prometí inmolarte un cabrito si encontraba al ladrón; pero ahora te prometo sacrificar un toro si consigo no caer en las garras del ladrón!
Moraleja: Cuando busques una solución, ten presente que al encontrarla, ésta a su vez puede convertirse en el siguiente problema.

Plácido González Hermoso

martes, 8 de septiembre de 2009

FABULAS DEL TORO (Esopo)

Todos conocemos, quizá, innumerables refranes, adagios o proverbios, que son enseñanzas moralizantes unas veces, consejos o sentencias otras y que son producto de experiencias de la vida misma.
No es que me proponga en esta nueva sección dar ningún tipo de consejos, sentencias o enseñanza alguna. ¡Líbreme Dios de tamaña insolencia! que, además de un atrevimiento petulante, mostraría una osadía poco aceptable y que en ningún caso pretendo.
Se trata de transcribirles una serie de FABULAS en las que el toro es protagonistas, extraídas de Esopo primero, y posteriormente escudriñaremos a Aviano, Fedro, La Fontaine o Samaniego, que son, al parecer, los más famosos en esta disciplina.
Una pequeña reseña histórica, de este famoso escritor de fábulas griego, nos dice que su existencia real fue un tanto dudosa, aunque varios escritores posteriores y contradictorios en sus afirmaciones, vienen a decir que vivió hacia el s.VI a.C. y pudo ser originario de Tracia, Samos, Sardes o Egipto. Según Plutarco era feo, tartamudo y jorobado. Fue esclavo y liberado posteriormente por su dueño, el filósofo Janto. Sus fábulas se utilizaban como libros de texto en las escuelas y Platón decía que Sócrates se sabía de memoria los apólogos (fábula, ficción, parábola) de Esopo. Fue asesinado por Creso (rey de Lidia del 560-546 a.C.) en Delfos, dentro del templo de Apolo, tras una acusación falsa de robo.
Y sin más, he aquí algunas de sus fábulas.


Fábula 37.- El león y los tres bueyes
Pastaban juntos siempre tres bueyes.
Un león quería devorarlos, pero al estar juntos los tres bueyes le impedía hacerlo, pues luchar contra los tres a la vez lo ponía en desventaja.
Entonces con astucia recurrió a enojarlos entre sí con pérfidas patrañas, separándolos a unos de los otros. Y así, al no estar ya unidos, los devoró tranquilamente, uno a uno.
Si permites que deshagan tu unidad con los tuyos, más fácil será que te dañen.

Fábula 52.- El león y el toro
Pensando el león como capturar un toro muy corpulento, decidió utilizar la astucia. Le dijo al toro que había sacrificado un carnero y que lo invitaba a compartirlo. Su plan era atacarlo cuando se hubiera echado junto a la mesa.
Llegó al sitio el toro, pero viendo sólo grandes fuentes y asadores, y ni asomo de carnero, se largó sin decir una palabra.
Le reclamó el león que por qué se marchaba así, pues nada le había hecho.
- Sí que hay motivo - respondió el toro -, pues todos los preparativos que has hecho no son para el cuerpo de un carnero, sino para el de un toro.
Observa y analiza siempre con cuidado tu alrededor, y así estarás mejor protegido de los peligros.

Fábula 107.- El caballo, el buey, el perro y el hombre
Cuando Zeus creó al hombre, sólo le concedió unos pocos años de vida. Pero el hombre, poniendo a funcionar su inteligencia, al llegar el invierno edificó una casa y habitó en ella.
Cierto día en que el frío era muy crudo, y la lluvia empezó a caer, no pudiendo el caballo aguantarse más, llegó corriendo a la casa del hombre y le pidió que le diera abrigo.
Le dijo el hombre que sólo lo haría con una condición: que le cediera una parte de los años que le correspondían. El caballo aceptó.
Poco después se presentó el buey que tampoco podía soportar el mal tiempo. Contestóle el hombre lo mismo: que lo admitiría si le daba cierto número de sus años. El buey cedió una parte y quedó admitido.
Por fin, llegó el perro, también muriéndose de frío, y cediendo una parte de su tiempo de vida, obtuvo su refugio.
Y he aquí el resultado: cuando los hombres cumplen el tiempo que Zeus les dio, son puros y buenos; cuando llegan a los años pedidos al caballo, son intrépidos y orgullosos; cuando están en los del buey, se dedican a mandar; y cuando llegan a usar el tiempo del perro, al final de su existencia, vuélvense irascibles y malhumorados.
Describe esta fábula las etapas del hombre: inocente niñez, vigorosa juventud, poderosa madurez y sensible vejez.

Fábula 116 - El camello y Zeus
Sentía el camello envidia por los cuernos del toro, y quiso obtener los suyos propios. Para esto fue a ver a Zeus, pidiéndole le regalara a él unos semejantes. Pero Zeus, indignado de que no se contentara de su gran tamaño y fuerza, no sólo le negó el darle los cuernos, sino que además le cortó una parte de las orejas.
La envidia no es buena consejera. Cuando quieras mejorar en algo, hazlo con tu esfuerzo y por tu deseo de progresar, no porque tu vecino lo tenga.

Fábula 120.- El buey y la becerra
Viendo a un buey trabajando, una becerra que sólo descansaba y comía, se condolió de su suerte, alegrándose de la de ella.
Pero llegó el día de una solemnidad religiosa, y mientras al buey se le hacía a un lado, cogieron a la becerra para sacrificarla.
Viendo lo sucedido, el buey sonriendo dijo:- Mira becerra, ya sabes por qué tú no tenías que trabajar: y es que estabas reservada para el sacrificio!.
No te ufanes de la ociosidad, pues nunca sabes que mal trae oculto.

Plácido González Hermoso

miércoles, 2 de septiembre de 2009

DIRCE Y EL TORO (Leyendas Taurinas)

En la mitología griega, rica en aconteceres y leyendas, encontramos el mito de Dirce. Una ninfa sacerdotisa del “dios cojo” tracio Dioniso. Dios del vino, la embriaguez y patrón de la agricultura y el teatro.
Los diversos autores, que hacen referencia a la ninfa Dirce en sus escritos, no se ponen de acuerdo sobre quién era su padre. Figurando, unas veces, como hija del dios-río Aquelóo, o de los dioses Apolo o Helios.
La mitológica leyenda cuenta que Dirce, estando casada con Lico, usurpador del trono de Tebas, hizo la vida imposible a la sobrina de su marido, Antíope, que vivía con ellos desde que fue repudiada por Lico, su esposo. Dirce la trataba como a una esclava, por la envidia que la tenía, debido a su belleza y a los rumores que afirmaban que Lico seguía estando enamorado de ella, e incluso, que cohabitaban a escondidas.
Antíope era hija del rey Niceto de Tebas y su belleza era tan extraordinaria que el mismo Zeus se prendó de ella, dejándola embarazada, tras seducirla tomando forma de sátiro. Sin embargo, Antíope tuvo que huir de la cólera de su padre, ya que éste no creía que el amante de su hija fuera el rey de los dioses y la acusaba de blasfema.
Dirce la acusó de haberse acostado con su marido y disfrutaba dándole salvajes tirones de sus trenzas y arañando su cara. Su odio visceral la llevó a encerrar a la desafortunada a oscuras, privándole incluso de agua para beber. Pero Antíope logró escapar y huyó hasta el monte Citerón, donde vivían sus hijos Zeto y Anfión, hijos de ella y de Zeus. Éstos, para vengar a su madre, atacaron Tebas, destronaron a Lico y ataron a Dirce a un toro que la arrastró hasta matarla, quedando despedazada contra unas rocas. En el lugar donde arrojaron su cuerpo brotó un manantial, que desde entonces lleva el nombre de la malograda ninfa. En otras versiones se afirma que el manantial brotó del cuerpo de la misma Dirce, a instancias de Dioniso.
Esa masacre de la ninfa encolerizó a Dioniso, conocido con el epíteto de Bromio (‘el que brama’), del que Dirce era sacerdotisa. El dios del vino enloqueció a Antíope, que recorrió toda Grecia en un estado lamentable, hasta que se encontró por casualidad con Foco un nieto de Sísifo {Sísifo fue considerado, en muchas obras posteriores a Homero, el padre de Odiseo, que lo vio, cuando bajó al Infiermo, empujando una piedra enorme cuesta arriba por una ladera empinada, y antes de alcanzar la cima de la colina la piedra rodaba hacia abajo, y Sísifo tenía que empezar de nuevo desde el principio (Odisea, XI, 593)}, que no sólo la curó, sino que además se casó con ella. Cuando murió, Antíope fue enterrada en la misma tumba de su esposo Foco y, posteriormente, fue una de las ánimas que pudo ver Odiseo cuando viajó al inframundo.
Este mito fue inmortalizado en la famosa escultura de el “Toro Farnesio”, una obra atribuida a los escultores rodios Apolonio y Taurisco de Tralles, hermanos (s. II ó I a.C.). Plinio el Viejo (23-79 d.C.), narra que la obra fue encargada a finales del siglo II a.C. y esculpida en un solo bloque de mármol. Pertenece al periodo helenístico y es considerada la escultura más famosa recuperada de la Antigüedad.
Fue descubierta en el año 1546, en las Termas de Caracalla en Roma, durante las excavaciones encargadas por el papa Pablo III (1534-1549), que buscaba encontrar esculturas antiguas para adornar su residencia romana. Actualmente se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.
Plácido González Hermoso

martes, 25 de agosto de 2009

EL TORO DE PHALARIS (Leyendas taurinas)

Uno de los instrumentos de tortura, de que fue capaz de alumbrar las mentes macabras y protervas de la antigüedad, fue el conocido como “Toro de Phalaris”. Un instrumento de tortura cuya invención se atribuye a Phalaris, un tirano de Agrakas, (la actual Agrigento, en Sicilia), que murió en el año 554 a.C. Consistía en un toro de bronce hueco en el que el condenado era introducido dentro de él, por una portezuela que tenía en un costado. Debajo del toro prendían una gran hoguera que convertía el interior en un horno. A medida que el calor interior aumentaba, los gritos y alaridos de los condenados eran desgarradores, cuyo sonido salía por la boca del toro dando la sensación de que el toro de bronce mugía.
Al parecer no existen pruebas de la veracidad de la autoría, al contrario, ya que Phalaris fue considerado, por varios escritores contemporáneos, un gobernante culto y justo, aunque es cierto que el toro apareció por aquella época. Se cree que Falaris murió dentro de un toro de bronce, tras sublevarse el pueblo de sus tiranías.
La leyenda, no obstante, cuenta que fue un escultor ateniense, del s.VIII a.C., de nombre Perilo, quien construyó y regaló al gobernante de Agrigento un toro de bronce, destinado a quemar en su interior a los reos sentenciados a la pena capital. Según él, los gemidos lanzados por la víctima debían producir desde el interior del toro ardiente un sonido semejante al mugido del animal verdadero. Phalaris, dice la tradición, mandó hacer la primera prueba arrojando en el interior del toro al propio inventor, Perilo.
En algunos modelos les ponían tubos, colocados en el interior de la garganta de la figura, para lograr mejor sonido y más realismo en el mugido. También algunos disponían de salida de aire especial, para que el humo saliera mezclado con incienso o diferentes aromas y, al parecer, era costumbre coger los huesos calcinados para hacerse pulseras o adornos.
El toro de Phalaris era un "ingenio" que, entre los años 1500 a 1700, no faltaba en ninguna cámara de torturas que se preciara. Y estuvo presente en numerosas salas de tortura de la Inquisición, durante los siglos XVI, XVII y XVIII.
El poeta italiano Dante Alighieri (1265-1321) alude al Toro de Falaris en un pasaje de la “Divina Comedia” (Infierno, Canto XXVII, 7-15), “…el primero en ser introducido en el Toro fue su inventor, por orden del tirano, a modo de castigo, por haber destinado su talento a concebir tan terrible artilugio”.
Los romanos también usaron el "toro de Phalaris" con bastante asiduidad, especialmente con los cristianos y varios santos fueron martirizados en él, como ocurrió con San Eustaquio de Roma, mártir. Llamado Placidus antes de su bautismo, fue general de las tropas romanas a las ordenes del emperador Trajano (52-117 d.C.). Convertido al cristianismo fue martirizado en Roma durante las persecuciones de Adriano (76-138).
Según cuenta la leyenda, su conversión se produjo tras una visión que tuvo un día en que salió de caza, por el bosque de Guadagnolo (provincia de Roma), cuando una manada de ciervos venía hacia él, destacándose uno de gran talla que entre las astas llevaba un crucifijo y oyó una voz que le decía: "Plácido ¿por qué me persigues?. Tú vas a sufrir mucho por causa de Cristo". Convertido al cristianismo fue perseguido, martirizado, torturado y sacrificado en un “Toro de Phalaris", junto con su esposa Teopista y sus dos hijos Agapito y Teopisto.
Su fiesta se celebra el 20 de septiembre y es el Patrón de Sanlúcar la Mayor (Sevilla) y de los cazadores.

En el Museo de la tortura, de Santillana del Mar (Santander), se expone una réplica de un “Toro de Phalaris”.

Plácido González Hermoso.

lunes, 24 de agosto de 2009

"A FESTA DO BOI" (Leyendas taurinas)

En la comarca orensana de Allariz-Maceda se encuentra la “Villa Real de Allariz” (título que ostenta por concesión del famoso “Fuero” otorgado por Alfonso VII “El Emperador” (1105-1157) y que tuvo el honor de ser reputada por el rey Sancho IV “El Bravo” con el notorio título de “Llave del Reino de Galicia”) donde se celebra anualmente la famosa “Festa do Boi” o “Boi do Corpus”. El origen se remonta, según la leyenda, hacia 1317, manteniéndose su celebración hasta el s.XX, a pesar de las prohibiciones reales y papales, ya que siempre estuvo amparada por una Pragmática real que la eximía por ser “de antigua costumbre y origen devoto”.
La leyenda cuenta que en el s.XIV habitaba en Allariz una importante colonia judía, en el extramuro barrio de San Esteban. Estos llevaban años burlándose y mofándose al paso de la procesión del Corpus y de la custodia del Santísimo Sacramento, provocando grandes altercados con los cristianos asistentes. Cansados de tantas broncas y peloteras, a un hidalgo de la localidad llamado Xan de Arzúa se le ocurrió, el citado año de 1317, encabezar la procesión a lomos de un buey y escoltado por varios sirvientes que portaban grandes varas con las que golpeaban y fustigaban a los judíos irreverentes, que intentaban repetir la befa y el escarnio de años anteriores a la Santísima reliquia, al tiempo que otros sirvientes les lanzaban hormigas y ceniza que llevaban en grandes sacos y a aquellos que no se dispersaban eran acometidos por un buey que llevaban enmaromado.
Gracias a esta argucia de Xan de Arzúa, los judíos no volvieron a mofarse del culto ni de la procesión del Corpus. Este personaje dejó una importante cantidad de dinero en su testamento, con la obligatoriedad de que la “Fundación del Toro”, que debía crearse, garantizase la continuidad de la fiesta.
La celebración de esta ancestral costumbre quedó interrumpida en los primeros años del siglo XX, hasta que en 1983 la rescató un grupo de entusiastas lugareños.
Antiguamente, ocho días antes de la festividad tenía lugar la llamada “Proba do Boi” para escoger el animal más idóneo para el menester y el toro solamente salía el día del Corpus.
En la actualidad las fiestas duran nueve días y el toro realiza varias salidas, en las que recorre enmaromado las calles de la localidad. Durante el recorrido realiza una serie de paradas en algunas casas señaladas, en las que hay unas argollas en la pared, donde se ata al toro. Una de las paradas "de obligado cumplimiento" es en el Convento de Santa Clara, ya que las monjas tienen desde antiguo el privilegio de poder contemplar la fiesta, desde las celosías de su convento de clausura.
En todas las paradas obsequian al toro con unas sopas de pan y vino, y mientras está atado a la argolla es sangrado con unas picas, acudiendo las mujeres a refrescarlo y secarle la sangre con unas telas mojadas.
La Fiesta es presidida por Xán de Arzúa, un muñeco de paja vestido con ropas viejas que cuelga del balcón del Ayuntamiento y es frecuente que los habitantes de la localidad confeccionen monigotes similares que se colocan en balcones, ventanas y farolas para que el toro los acornee.
Todo esto se desarrolla en medio del regocijo popular excitados por los “foleiros”, que son los repartidores de hormigas.
Esta antigua costumbre del “Boi do Corpus”, parece ser, estuvo bastante extendida en amplias zonas de Galicia, estando documentada su celebración en muchos municipios, como ocurrió en Ribadavia (Ourense), donde salía en la procesión del Corpus, al menos desde el siglo XVI, un “buey preso” que aportaban y era llevado por los carniceros junto con un muñeco de paja que representaba a Xan de Arzúa.
El pelele siguió saliendo en el siglo XVII cuando el buey, junto con un toro bravo, era posteriormente sacrificado en una corrida de toros en la Plaza Mayor, y todavía en el XVIII (1781) se habla de “Juan de Arzua que hes figura de un hombre a cavallo de una Baca”, el cual salía “antiguamente” junto con la “tarasca, y otras danzas...”.
El personaje debió de hacerse popular en las villas gallegas en las que la presencia de judíos era importante y también en Ourense está documentado un Xán de Arzúa que salió en la procesión del Corpus, hasta 1781, un “touro” llevado por los carniceros de la ciudad que, al parecer, se trataba de una imagen de toro con ruedas con personas dentro, aunque también cabe la posibilidad que fuese un animal vivo, un “Boi do Corpus”.
Plácido González Hermoso.

miércoles, 19 de agosto de 2009

LA VIRGEN DEL TORO, Menorca (Leyendas taurinas)

     Algo muy común en España y que arranca desde la época medieval, son las leyendas del hallazgo de vírgenes encontradas por mediación o con la intervención de un toro. Todas ellas mantienen el denominador común de haber sido previamente escondidas o enterradas, ante la llegada y avance de las invasiones árabes, que asolaron nuestra Península a lo largo de las centurias que van desde la invasión árabe el 711 hasta 1492, fecha en que concluyó la Reconquista.
     A medida que las huestes castellanas o aragonesas avanzaban y conquistaban nuevas tierras a los sarracenos árabes, precedidas las victorias por el signo de la Cruz y quién sabe si bajo aquel lema célebre y mítico “In hoc signo vinces” (“Con éste signo vencerás”, frase revelada a Constantino, junto con el Crismón, la noche anterior a la batalla contra Majencio, el año 312 junto al puente Milvio, por el control de Roma), las cuales iban indefectiblemente aparejadas de los  acontecimientos milagrosos de la aparición o descubrimiento de vírgenes, siempre con la intervención del toro.
     Una de esas antiguas leyendas es la que relata el hallazgo de la Patrona de Menorca, la Virgen del Toro, que ejerce el Patronazgo de una de las dos Islas “Gimnesias”; nombre que los griegos dieron a las islas de Mallorca y Menorca, por ser el lugar donde reclutaban a los “honderos” para formar parte de sus tropas ligeras. Los fenicios las denominaron “Baleárides”, mientras que los romanos las bautizaron con el actual topónimo de “Baleares”.
  Los acontecimientos milagrosos de la leyenda se desarrollaron en una de las laderas de la mayor altura orográfica de esta isla, cuna de la “Cultura Talayótica”, concretamente en el monte Toro, de 357 metros de altura y situado en el centro geográfico de la isla, donde existe un santuario dedicado a la advocación de la “Virgen del Toro.
     Sobre la primitiva iglesia gótica, construida hacia el s.XIII, se levanta el actual santuario edificado hacia el año 1670 y gestionado actualmente por una comunidad de religiosas franciscanas de la Misericordia, que cuenta con hospedería y posada para jornadas de reflexión y plegaria, de diferentes grupos de Menorca.
     Según cuenta la leyenda, la imagen fue encontrada en el siglo XIII por un padre de la Orden de Santa María de la Merced (fundada por San Pedro Nolasco en Barcelona en 1218 para la redención de cautivos en países musulmanes). Estos monjes fueron acompañando al rey Alfonso III “El Liberal”, cuando conquistó la isla en el año 1287. En agradecimiento a los servicios prestados, el monarca les obsequió con dos posesiones, una en Ciutadella y otra a unos 3 Km. de Mercadal, el llamado Podio de Osterno, conocido hoy día como Llinàritx, donde los monjes construyeron un convento.
     Una noche, un anciano monje mercedario vio cómo se alzaba hacia el cielo una columna de luz resplandeciente, desde la cima del monte, repitiéndose el extraño fenómeno en noches sucesivas. Creyendo se trataba de una manifestación sobrenatural, decidió contárselo al prior del convento. A la noche siguiente, los monjes de la comunidad subieron en procesión hasta la cima del monte Toro. Pero la ascensión se hacía cada vez más penosa y difícil, a lo que había que añadir que tampoco sabían muy bien que camino seguir para llegar hasta la cima. De repente, mientras ascendían, les salió al encuentro un toro furioso que les cerró el paso, pero al ver el toro la “Cruz de Guía” procesional y los crucifijos que portaban los monjes, el toro se amansó y los guió monte arriba entre la densa maleza.
     Repentinamente se encontraron con unas enormes rocas que obstaculizaban la marcha de la expedición. La estupefacción y el asombro se apoderó de los monjes, al contemplar cómo el toro las embestía con su poderosa cornamenta destruyéndolas, quedando nuevamente el camino expedito. Desde entonces, este lugar es conocido como el “pas del bou” (el paso del toro). Cuando la comitiva consiguió, por fin, llegar a la cima, el insólito animal se inclinó ante la entrada de una cueva, de la que salía una luz resplandeciente y cegadora, y en ella encontraron la imagen de la Virgen con el niño Jesús en brazos.
     Transcurrido el tiempo de desconcierto primero y veneración posterior, los monjes trasladaron solemnemente la imagen a su convento, creyendo era el lugar más digno para venerar y dar culto a la prodigiosa virgen. Cuando, a la mañana siguiente, los monjes se disponían a adorar a la milagrosa “Virgen del Toro”, comprobaron estupefactos que había desaparecido la imagen del lugar donde la depositaron la noche anterior. La búsqueda se realizó en todos y cada uno de los rincones y alrededores del convento, incluidas las celdas de los mojes, ante la desconfianza de que alguno, llevado de un exceso de fervor mariano, se hubiese apropiado de ella y la hubiese ocultado.
     Tras escudriñar todos los posibles escondrijos y recovecos a lo largo del día, la búsqueda resultó totalmente infructuosa, hasta que al caer la noche volvieron a ver la milagrosa columna de luz resplandeciente que se elevaba desde lo alto del monte.
     Nuevamente volvieron a subir en procesión a lo alto del monte, donde, en la misma cueva, encontraron la imagen de la virgen. Ante este milagroso suceso los monjes comprendieron que era voluntad de la “Señora” morar en la cueva del monte Toro, por lo que levantaron, en dicho lugar, una capilla para rendirle culto y más tarde, construyeron un convento a donde se trasladó la orden de la Merced.
      Desde el milagroso acontecimiento del siglo XIII, el monte Toro es el centro espiritual de la isla y lugar de peregrinación para todos los menorquines, quienes suben anualmente en romería para venerar a su patrona, la“Santísima Virgen del Toro”, cuya festividad se celebra el 8 de mayo. En esta festividad, la Diócesis de Menorca celebra la fiesta de la “bendición de los vientos”, también llamada “bendición de los términos”.
      Desde la cima, del monte Toro, se puede observar una excelente panorámica de la casi totalidad de Menorca, incluso, en días claros, es posible ver también la silueta de la isla hermana de Mallorca.

Plácido González Hermoso.

miércoles, 29 de julio de 2009

SALUDADORES - Curiosidades


Un tema un tanto curioso, acaecido en tiempos pretéritos y encuadrados en creencias, supersticiones, hechizamientos, sortilegios, posesiones diabólicas o prácticas de brujería etc., es el que se refiere a la existencia de personas conocidas como “saludadores”, que gozaban de cierto predicamento y arraigo en la conciencia popular.
Estos sujetos practicaban curaciones extrañas, actos de encantamientos, rituales mágicos rayanos con la brujería, entre otros el llamado “mal de ojos” y que sigue perviviendo incluso en ciertos sectores sociales en la actualidad.
El Diccionario de la Lengua los define como: “Curandero que pretende curar ciertos males. Usar de ciertas fórmulas supersticiosas para curar la rabia u otros males”.
Hilvanando posibles conexiones con la antigüedad, no faltan los que aseguran, y con razón, que son legado de épocas pasadas, donde se hermanaban supersticiones romanas y godas con otras de procedencia judaicas o mahometanas.
No es de extrañar la veracidad de esas conexiones, ya que desde la más remota antigüedad está documentada la existencia de arúspices, augures y adivinadores, que ejercían su labor mediante el examen de las vísceras de los animales, la observación de fenómenos de la Naturaleza, el vuelo de las aves, los movimientos y actitudes de los cuadrúpedos, el efecto del aceite sobre el agua o las formas del humo del incienso, etc. Hay muchos ejemplos que lo atestiguan, no solo en el mundo babilónico o egipcio, sino en la etapa pre-romana. Entre los Etruscos, por ejemplo, se conocían dos clases de arúspices, los especializados en el estudio de las entrañas y los de los fenómenos naturales, ampliamente citados por Cicerón en su “De Haruspicium responsis” (Oráculo de los Arúspices). En la época romana, el oficio de arúspice lo ejercían ciertos sacerdotes, como en Egipto y Babilonia y estaban colegiados, siendo famosa la conocida “Orden de los Sesenta Arúspices”.
En España, para poder ejercer el oficio de saludador estos personajes, a partir de la Edad Media, sin estar expuestos a persecuciones o graves condenas, debían tener una licencia oficial y poseer una serie de cualidades, al tiempo que reunir una serie de requisitos que debían ser probados ante las autoridades competentes, como los Regidores, Obispos o Vicarios quienes, tras un exhaustivo examen de sus capacidades, extendían la correspondiente licencia que les autorizaba a ejercer tan singular profesión.
A los saludadores del s.XVII se les consideraba con virtudes para sanar enfermedades, contener el fuego, evitar plagas etc., cuyo poder estribaba especialmente en el aliento y la saliva. Esos hálitos de gracia insuflados, al parecer, por la Providencia, se consideraban acreditados por haber nacido la noche de Navidad, el día de Viernes Santo o hacer el número siete de entre los hijos de matrimonios que solo procreaban varones. También se les identificaba por ciertas marcas o señales, especialmente en la boca, llegando incluso a que algún canónigo afirmase que “se hacían imprimir en algunas partes de su cuerpo la receta de Santa Catalina o la señal de Santa Quiteria”. Lamento no poder aclararles en qué consistía ni la receta, ni la señal de las citadas Santas, ya que el autor de quien tomo el dato tampoco lo facilita, ni aclara.
La existencia de practicantes laicos, como es lógico, producían cierto desencuentro con las creencias imperantes y con las jerarquías religiosas de la época, no repuestas aún del destierro judío o la limpieza de los moriscos, que veían en una gran parte de las costumbres populares, en especial en las fiestas de toros, un legado de pagano ancestro al que había que combatir para bien de la moral cristiana dominante.
También es cierto que, al socaire de lo legal y autorizado, proliferaban hordas de alumbrados, farsantes y tramoyistas que exasperaban a las autoridades religiosas, quizás no tanto por su impericia y desaciertos, que de todo había, sino porque escamoteaban los diezmos o primicias que debían pagar a la iglesia por sus actuaciones y por tan señalado título. Ese “intrusismo laboral” producía el consabido daño a las arcas parroquiales y, aunque el clero usaba con fruición aquello de que “no solo de pan vive el hombre”, es indudable que hurtar, todo o en parte, los doblones o maravedíes que pudieran corresponder a la Santa Madre Iglesia, se encontraría, el que así obrase, en la situación embarazosa de “toparse con la iglesia”.
No confundir estos saludadores con el movimiento de los “alumbrados o iluminados”, considerados como sectas, que era una forma de espiritualidad de un reducido grupo de franciscanos del s. XVI, al que se le añadieron ciertos grupos de monjas contemplativas y mujeres piadosas que, al caer en “éxtasis”, hacían revelaciones prodigiosas, perseguidas por la Inquisición.
Un ejemplo de las preocupaciones que embargaban a las autoridades religiosas para desterrar ese intrusismo, en especial contra esos suplantadores sin licencia, lo demuestra la incidencia que causaron en las Constituciones Sinodales de 1581, del Obispado de Pamplona, donde en el capítulo “De Sortilegiis” se dispone:”...Por experiencia vemos, que hacen gran daño a la República Cristiana los ensalmadores, saludadores y bendecidores, por lo que comúnmente los que usan semejantes abusos, quieren aplicar sus falsas palabras por vía de medicina, que ni son ciertas, ni aprobadas según nuestra Santa Fe Católica. Y porque deseamos extirpar de nuestro Obispado semejantes cosas S.S.A. estatuímos y mandamos, que ninguna persona, sin licencia nuestra y aprobación o la de nuestro Vicario general, no permitan en nuestro Obispado saludadores, o bendecidores no aprobados, ni nóminas; y mandamos los castiguen con todo rigor, conforme a su delito. Y encargamos a los Rectores, Vicarios y Confesores de este Obispado en las confesiones tengan gran cuenta y cuidado de amonestarlos y corregirlos”.
Un dato curioso, que demuestra la actuación de estos personajes en corridas de toros, se produjo cuando se propagó la noticia de que los toros castellanos procedentes de Tordesillas, que habían de ser lidiados el 8 de julio de 1677, padecían “defecto de haberlos ojeado”, por lo que el Ayuntamiento de Pamplona contrató a un saludador, Domingo Pesador, que cobró una cantidad parecida a los estipendios pagados a los catorce toreadores navarros que intervinieron. A este “saludador” se le abonaron los honorarios al día siguiente de la corrida, por lo que cabe suponer que realizaría esas prácticas supersticiosas en los momentos precedentes a saltar a la arena los astados, bien soplándoles en alguna parte del cuerpo o regándoles con su saliva.
Otro motivo de las preocupaciones expresadas en las referidas Constituciones, era la existencia de clérigos practicantes que usaban de tales artes para ejercer como saludadores de toros.
Uno de esos acontecimientos lo encontramos reflejado en el comentario del antitaurino Vargas Ponce sobre una corrida celebrada en 1807, en la festividad de Santa Ana, cuando dice:” ...las últimas corridas de Tudela, por la mañana llevaban a un capuchino a fin de que conjurase los toros para que fuesen buenos”. Visto esto, cabe preguntarse ¿a quién invocaba y cuál era la fórmula utilizada por el capuchino cuando conjuraba los toros?.
Con anterioridad a esa fecha, sabemos de la sorpresa que se llevó un sacerdote gascón, exiliado en Tudela, D. José Branet, cuando presenció las fiestas de 1797, según relata: ”... fui singularmente sorprendido cuando vi bendecir los novillos que debían servir para la novillada que se da gratuitamente al pueblo la víspera de Santa Ana, patrona de la ciudad. Ignoro con qué fin. ¿Era para que fuesen mas bravos o para que no hiciesen mal?. No sé nada: he preguntado la razón y no han sabido dármela”.
Este hecho tan sorprendente que presenció y temiendo no fuesen creídas sus aseveraciones, tal vez por su condición de exiliado, añadió otro relato para mayor credibilidad que merece transcribirse: ”Voy a añadir para probar el gusto de los Navarros por estas fiestas una anécdota que no es creíble y que sin embargo es la pura verdad. Es que, en éste mismo día, las religiosas capuchinas cuya regla es austera y las llamadas de la Enseñanza hicieron correr igualmente una ternera en el interior de su convento de modo que no hubo comunión al día siguiente aun cuando era de regla”. Cabe preguntarse: fue bendecida la ternera por algún clérigo o por la madre superiora?. Qui lo sá!.
En Murcia, al igual que en el resto de la Península, existieron personajes de este variopinto oficio, estando documentada la noticia de que el martes 16 de Noviembre de 1756, “se otorgó licencia al saludador Juan Manuel Arroyo para usar la gracia de saludar de accidente de rabia en la ciudad y provincia, por haber practicado el Regidor Comisario, Gaspar de Piña, varias diligencias y resultar probada su habilidad”.
Aunque la cita anterior es así de escueta, no sería aventurado presumir que, el tal saludador Arroyo, aplicaría sus habilidades para otros menesteres y porqué no presumir la de librar de sortilegios a los toros que se lidiarían en aquella época en las plazas murcianas que celebraron corridas en aquella centuria, en especial a partir de 1750.
Para mayor abundamiento traigo a colación, a modo de ejemplo, unos hechos que se hallan registrados en las actas del Cabildo catedralicio de Murcia, donde se pone de manifiesto que la utilización de prácticas exorcistas eran frecuentes, tanto por encargo del Ayuntamiento como del Cabildo, respecto a las plagas de langosta que asolaban de vez en cuando la huerta de Murcia durante el s. XVIII. El hecho ocurrió cuando el Cabildo de la ciudad, a requerimiento del Ayuntamiento, el 4 de Mayo de 1753, decide: “...teniendo presente lo acordado en 1722, cuando se experimentó esta plaga, responde que ayudaría socorriendo a los trabajadores que quemen la langosta, así mismo se harán conjuros y rogativas”.
Al día siguiente, en otro acta del Cabildo, se hace constar que la plaga se había extendido desde Sangonera, donde inicialmente se detectó, a Santomera, por lo que “solo los remedios espirituales pueden ser suficientes para extinguirla...” Tras esto deciden sacar en procesión a San Agustín, abogado de dichas plagas, y el lunes siguiente, 7 de Mayo, se hizo “conjuro público y solemne en la plaza del Arenal, yendo en procesión con el santo “Lignum crucis” y San Agustín...”.
Por último, vean otro caso curioso que se refiere al acuerdo que se tomó el 5 de Noviembre de 1756, disponiéndose que se bendigan los campos con la cabeza de San Gregorio Ostiense y con el agua bendita del mismo, “por ser el abogado especial de las plagas de langosta, oruga, pulgón y otros...”.
Aunque los casos aquí expuestos están referidos y circunscritos, en su mayor parte, a la zona de Navarra y Murcia, no quiere ello decir que se desarrollasen solo en esas zonas geográficas, sino que dichas prácticas estuvieron bien diseminadas y practicadas por toda la piel de toro.

Plácido González
BIBLIOGRAFIA
1.- Luis del Campo, “Pamplona y Toros siglo XVII”, idem “siglo XVIII” y” La Iglesia y los Toros”.
2.- Juan Torres Fontes, “Efemérides murcianas 1750-1800”

domingo, 12 de julio de 2009

ORIGEN DEL TOREO A PIE

Mi admirada y querida amiga María José Barrera, periodista de Caravaca de la Cruz e hija de un torero poderoso de esa tierra Pedro Barrera, me envía un artículo suyo sobre el origen del toreo a pie, que ha tomado del portal "Opinion y Toros" de donde proceden los datos.
Con las preceptivas autorizaciones, tanto de mi amiga María José como del portal de procedencia "Opinión y Toros", lo transcribo íntegro, junto con la foto origen de la noticia, para que todos los taurófilos y taurómacos tomen buena nota y corrijan sus datos:





"LA RESTAURACIÓN DE UN CUADRO-MAPA DE CÁDIZ DEL S. XVII MUESTRA EL INICIO DEL TOREO A PIE

Hasta ahora se aceptaba la teoría de que fue el cambio de dinastía monárquica de los Austria a los Borbones, en especial Felipe V, la que produjo la retirada de los nobles del rejoneo nobiliario. Ello dio lugar a que “los chulos” y “pajes” llevaran la suerte a pie. Junto a ello estaba la convicción de que la cuna del toreo a pie estaba en Navarra donde se celebraban encierros y abundaban nombres de matadores a pie.
Sin embargo dos recientes estudios certifican que el toreo a pie nació, a mediados del siglo XVII en Cádiz. Ciudad que actualmente carece de plaza de toros.

--PRIMERO
La aparición de unas actas en la última década de siglo pasado.
El ilustre Dr. D. Guillermo Boto Arnau, historiador, taurófilo y flamencólogo, en el Museo Histórico Municipal de Cádiz, encontró unas actas escritas por el historiador Julio Guillen Tato para el Ayuntamiento de Cádiz, que albergan la noticia de que durante el reinado de los últimos Austria, surge en Cádiz el hecho diferencial del toreo a pie con la corrida solicitada en1661 por la hermandad de San Antonio, con el fin de recaudar fondos para la construcción de la iglesia de su nombre. Estas corridas se siguieron celebrando durante 55 años, sufragando, también, los gastos del altar mayor y obras civiles.

“Estas actas albergan el inicio de la fiesta moderna. Funciones de toreo a pie con picadores, que evolucionadas, conservamos hoy día como espectáculo extraordinario que supera en sí mismo su catalogación dentro de las Bellas Artes y que se ha convertido, desde hace más de dos siglos, en seña de identidad española”. “El picador es consustancial con el toreo a pie. No se pica cuando se rejonea y podemos asegurar, sin temor a equivocarnos, que no hubiera existido el toreo sin la suerte de varas”. Explica el Dr. Boto a Opinión y Toros.

--SEGUNDO
La restauración de un cuadro-mapa de Cádiz, del S. XVII.
La familia Aramburu, propietaria del cuadro- mapa, pintado en 1647, lo donó, hace unos años, al Museo Histórico Municipal de Cádiz.

D. Juan Ramón Ramírez Delgado, director de dicho museo, lo ha estudiado detenidamente y lo ha restaurado en profundidad, quitando muchos repintes. Bajo ellos, en la zona del antiguo matadero, aparecen las imágenes de toreros a pie y picadores, entrenándose con toros de consumo.

“Confirmación de época de lo que ya se había encontrado escrito. Que coincide con los papeles de toros encontrados en Madrid. Y que el dominico Labat dejó escrito que en sus viajes a Cádiz a finales del S. XVII, en el patio del matadero había visto carniceros a caballo dando lanzadas con vara larga en la vena gruesa del cuello de los toros”. “Paralelismo con las actas de Cádiz que describen que en aquella época, iban vaqueadores que a caballo lanceaban con vara larga. Descripción, con otras palabras, de lo que hoy son los picadores”. Comenta Guillermo Boto a O. y T.

Estos dos estudios ratifican la teoría del Dr. Boto, de que la lidia sobre el albero, germen de la tauromaquia contemporánea nació en la ciudad de Cádiz. Todo ello muy bien recopilado y documentado en su libro--CÁDIZ, origen del toreo a pie (1661-1858).

La fidelidad urbanística del cuadro-mapa de Cádiz de 1647, confirma datos históricos que se conocían pero de los que no se tenían mucha constancia. Ha sido resaltada por D. Juan Ramón Ramírez, director del Museo, en una interesantísima conferencia que le ha servido para su ingreso en La Academia de Bellas Artes como Miembro de Numero.

Los dioses del toreo han permitido este hallazgo, (tras 348 años del inicio del toreo a pie), el mismo día que en Madrid, Morante de “La Puebla” destapaba el tarro de las esencias, lanceando a la verónica, movida su capa por los propios Ángeles. Elevando a los allí presentes al séptimo cielo.

P. BARRERA"