sábado, 3 de octubre de 2009

FABULAS DEL TORO (Esopo) - II

Seguimos con otra remesa de las conocidas fábulas de Esopo, cuyos datos biográficos, resumidos, aportamos en la publicación anterior.

Fábula 121.- Los bueyes y el eje de la carreta
Arrastraban unos bueyes una carreta cuyo eje chirriaba ruidosamente. Se volvieron aquellos a la carreta diciendo:
-- Oye amiga --, somos nosotros quienes llevamos la carga. ¿ y eres tú quien se queja ?
En la vida encontrarás a muchos que se fingen cansados de ver trabajar a otros.

Fábula 122.- El buey y el mosquito
En el cuerno de un buey se posó un mosquito.
Luego de permanecer allí largo rato, al irse a su vuelo preguntó al buey si se alegraba por fin que se marchase.
El buey le respondió:
-- Ni supe que habías venido. Tampoco notaré cuando te vayas.
Pasar por la vida, sin darle nada a la vida, es ser insignificante.


Fábula 274.- Los bueyes contra los carniceros
Decidieron un día los bueyes destruir a los carniceros, quienes, decían los bueyes, estaban acabando con su gremio.
Se reunieron entonces para llevar a cabo su objetivo, y afilaron finamente sus cuernos.
Pero uno de ellos, el más viejo, un experimentado arador de tierras, les dijo:
- Esos carniceros, es cierto, nos matan y destrozan, pero lo hacen con manos preparadas, y sin causarnos dolor (apuntillándonos). Si nos deshacemos de ellos, caeremos en manos de operadores inexpertos y entonces sí que sufriríamos una doble muerte. Y les aseguro, que aunque ya no haya ni un solo carnicero, los humanos seguirán buscando nuestra carne.
Nunca trates de cambiar un mal por otro peor.


Fábula 289.- El ciervo en el pesebre de los bueyes
Un ciervo perseguido por la jauría y ciego por el terror del peligro en que se encontraba llegó a una granja y se escondió entre unas pajas en un cobertizo para bueyes. Un buey amablemente le dijo:
-¡Oh, pobre criatura! ¿Por qué de esa forma, has decidido arruinarte, y venir a confiarte a la casa de tu enemigo?
Y replicó el ciervo:
-Permíteme amigo, quedarme donde estoy, y yo esperaré la mejor oportunidad para escapar.
Al final de la tarde llegó el arriero a alimentar el ganado, pero no vio al ciervo. Y aún el administrador de la finca pasó con varios de sus empleados sin notar su presencia. El ciervo congratulándose a sí mismo por su seguridad comenzó a agradecer a los bueyes su gentileza por la ayuda en los momentos de necesidad. Uno de los bueyes de nuevo le advirtió:
-Realmente deseamos tu bienestar, pero el peligro no ha terminado. Todavía falta otro hombre de revisar el establo, que pareciera que tiene cien ojos, y hasta tanto, no puedes estar seguro.
Al momento ingresó el dueño, y quejándose de que no habían alimentado bien a los bueyes fue al pajar y exclamó:
-¿Por qué falta paja aquí? Ni siquiera hay para que se echen.
-¡Y esos vagos ni siquiera limpiaron las telarañas!
Y mientras seguía examinando todo, vio sobresalir de entre la paja las puntas de una cornamenta. Entonces llamando a sus empleados, ordenó la captura del ciervo y su posterior sacrificio.
Nunca te refugies en los terrenos del enemigo.


Fábula 302.- El Toro y el Chivo
Un Toro, que huía de un León, se escondió en una cueva que algunos pastores habían ocupado recientemente.
Tan pronto como él entró a la cueva, un chivo que había quedado abandonado en la cueva, bruscamente lo atacó con sus cuernos. El Toro serenamente se dirigió a él:
-Deja de ponerme como tu objetivo lo más pronto que puedas. No te tengo ningún miedo, pero sí al León. Espera a que se marche aquel monstruo y te contaré lo que es la fuerza respectiva de un Chivo y la de un Toro.-
Nunca te aproveches de la angustia del vecino para pensar que eres superior.

Fábula 309 - El buey y la rana
Un buey que llegó a beber a una charca donde había un grupo de ranas jóvenes, pisó y aplastó a una de ellas matándola. Cuando llegó la madre y notó la ausencia de una de sus hijas, preguntó a sus hermanas qué había pasado con ella. "Está muerta, madre querida; ya que ahora mismo una bestia muy enorme con cuatro grandes patas vino a la charca y la aplastó de muerte con su talón hendido." La madre, hinchándose al máximo, preguntó, -¿Si la bestia fuera tan grande como este tamaño?- -Para, madre, de hincharte-, dijo una hija, -y no te enojes; ya que puedo asegurarte que más pronto te reventarás que imitar con éxito la inmensidad de aquel monstruo."
Cuando uno es maltratado, es mejor escuchar el consejo prudente que actuar incorrectamente por el deseo de venganza.

Fábula 320 - El ratón y el toro
Un toro fue mordido por un ratón, y enfadado por la herida, intentó capturarlo. Pero el ratón alcanzó su seguridad en su agujero. Aunque el toro cavó en las paredes con sus cuernos, se cansó antes de que pudiera alcanzar al ratón, y poniéndose de cuclillas, se quedó durmiento fuera del agujero. El ratón se asomó, se arrastró furtivamente hacia su flanco, y mordiéndolo otra vez, se retiró de nuevo a su agujero. El toro se levantó, y no sabiendo que hacer, quedó tristemente perplejo. Entonces el ratón dijo,-Los grandes no siempre prevalecen. Hay momentos cuando los pequeños y humildes son los más fuertes para hacer sus actuaciones.-
Nunca desprecies el valor de los pequeños.

Fábula 323 - El toro, la leona y el cazador
Un toro encontró a un pequeño león dormido y lo corneó hasta la muerte con sus cuernos. La Leona subió, y amargamente lamentó la muerte de su cachorro. Un cazador de jabalíes, viendo su angustia, estuvo de pie a una distancia y le dijo:
-Piensa cuántos hombres y mujeres hay que tienen razón de lamentar la pérdida de sus niños, cuyas muertes han sido causadas por ti.-
No nos lamentemos cuando nos tratan como nosotros tratamos a los demás.

Fábula 329 - El toro y el ternero
Un toro se esforzaba con toda su fuerza por apretarse para pasar por un paso estrecho que conducía a su puesto. Un ternero joven subió, y ofreció ir antes y mostrarle el modo por el cual él podría lograr pasar.
-Evítate el problema,- dijo el Toro; -yo sabía cómo hacerlo mucho antes de que tú nacieras.-
Cuando las circunstancias de un problema cambian, también deben de cambiarse las soluciones.

El león y el boyero
Un boyero que apacentaba un hato de bueyes perdió un ternero. Lo buscó, recorriendo los alrededores sin encontrarlo. Entonces prometió a Zeus sacrificarle un cabrito si descubría quien se lo había robado.
Entró de inmediato al bosque y vio a un león comiéndose al ternero. Levantó aterrado las manos al cielo gritando:
- ¡Oh grandioso Zeus, antes te prometí inmolarte un cabrito si encontraba al ladrón; pero ahora te prometo sacrificar un toro si consigo no caer en las garras del ladrón!
Moraleja: Cuando busques una solución, ten presente que al encontrarla, ésta a su vez puede convertirse en el siguiente problema.

Plácido González Hermoso

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