Todos conocemos, quizá, innumerables refranes, adagios o proverbios, que son enseñanzas moralizantes unas veces, consejos o sentencias otras y que son producto de experiencias de la vida misma.
No es que me proponga en esta nueva sección dar ningún tipo de consejos, sentencias o enseñanza alguna. ¡Líbreme Dios de tamaña insolencia! que, además de un atrevimiento petulante, mostraría una osadía poco aceptable y que en ningún caso pretendo.
Se trata de transcribirles una serie de FABULAS en las que el toro es protagonistas, extraídas de Esopo primero, y posteriormente escudriñaremos a Aviano, Fedro, La Fontaine o Samaniego, que son, al parecer, los más famosos en esta disciplina.
Una pequeña reseña histórica, de este famoso escritor de fábulas griego, nos dice que su existencia real fue un tanto dudosa, aunque varios escritores posteriores y contradictorios en sus afirmaciones, vienen a decir que vivió hacia el s.VI a.C. y pudo ser originario de Tracia, Samos, Sardes o Egipto. Según Plutarco era feo, tartamudo y jorobado. Fue esclavo y liberado posteriormente por su dueño, el filósofo Janto. Sus fábulas se utilizaban como libros de texto en las escuelas y Platón decía que Sócrates se sabía de memoria los apólogos (fábula, ficción, parábola) de Esopo. Fue asesinado por Creso (rey de Lidia del 560-546 a.C.) en Delfos, dentro del templo de Apolo, tras una acusación falsa de robo.
Y sin más, he aquí algunas de sus fábulas.
No es que me proponga en esta nueva sección dar ningún tipo de consejos, sentencias o enseñanza alguna. ¡Líbreme Dios de tamaña insolencia! que, además de un atrevimiento petulante, mostraría una osadía poco aceptable y que en ningún caso pretendo.
Se trata de transcribirles una serie de FABULAS en las que el toro es protagonistas, extraídas de Esopo primero, y posteriormente escudriñaremos a Aviano, Fedro, La Fontaine o Samaniego, que son, al parecer, los más famosos en esta disciplina.
Una pequeña reseña histórica, de este famoso escritor de fábulas griego, nos dice que su existencia real fue un tanto dudosa, aunque varios escritores posteriores y contradictorios en sus afirmaciones, vienen a decir que vivió hacia el s.VI a.C. y pudo ser originario de Tracia, Samos, Sardes o Egipto. Según Plutarco era feo, tartamudo y jorobado. Fue esclavo y liberado posteriormente por su dueño, el filósofo Janto. Sus fábulas se utilizaban como libros de texto en las escuelas y Platón decía que Sócrates se sabía de memoria los apólogos (fábula, ficción, parábola) de Esopo. Fue asesinado por Creso (rey de Lidia del 560-546 a.C.) en Delfos, dentro del templo de Apolo, tras una acusación falsa de robo.
Y sin más, he aquí algunas de sus fábulas.
Fábula 37.- El león y los tres bueyes
Pastaban juntos siempre tres bueyes.
Un león quería devorarlos, pero al estar juntos los tres bueyes le impedía hacerlo, pues luchar contra los tres a la vez lo ponía en desventaja.
Entonces con astucia recurrió a enojarlos entre sí con pérfidas patrañas, separándolos a unos de los otros. Y así, al no estar ya unidos, los devoró tranquilamente, uno a uno.
Si permites que deshagan tu unidad con los tuyos, más fácil será que te dañen.
Fábula 52.- El león y el toro
Pensando el león como capturar un toro muy corpulento, decidió utilizar la astucia. Le dijo al toro que había sacrificado un carnero y que lo invitaba a compartirlo. Su plan era atacarlo cuando se hubiera echado junto a la mesa.
Llegó al sitio el toro, pero viendo sólo grandes fuentes y asadores, y ni asomo de carnero, se largó sin decir una palabra.
Le reclamó el león que por qué se marchaba así, pues nada le había hecho.
- Sí que hay motivo - respondió el toro -, pues todos los preparativos que has hecho no son para el cuerpo de un carnero, sino para el de un toro.
Observa y analiza siempre con cuidado tu alrededor, y así estarás mejor protegido de los peligros.
Fábula 107.- El caballo, el buey, el perro y el hombre
Cuando Zeus creó al hombre, sólo le concedió unos pocos años de vida. Pero el hombre, poniendo a funcionar su inteligencia, al llegar el invierno edificó una casa y habitó en ella.
Cierto día en que el frío era muy crudo, y la lluvia empezó a caer, no pudiendo el caballo aguantarse más, llegó corriendo a la casa del hombre y le pidió que le diera abrigo.
Le dijo el hombre que sólo lo haría con una condición: que le cediera una parte de los años que le correspondían. El caballo aceptó.
Poco después se presentó el buey que tampoco podía soportar el mal tiempo. Contestóle el hombre lo mismo: que lo admitiría si le daba cierto número de sus años. El buey cedió una parte y quedó admitido.
Por fin, llegó el perro, también muriéndose de frío, y cediendo una parte de su tiempo de vida, obtuvo su refugio.
Y he aquí el resultado: cuando los hombres cumplen el tiempo que Zeus les dio, son puros y buenos; cuando llegan a los años pedidos al caballo, son intrépidos y orgullosos; cuando están en los del buey, se dedican a mandar; y cuando llegan a usar el tiempo del perro, al final de su existencia, vuélvense irascibles y malhumorados.
Describe esta fábula las etapas del hombre: inocente niñez, vigorosa juventud, poderosa madurez y sensible vejez.
Fábula 116 - El camello y Zeus
Sentía el camello envidia por los cuernos del toro, y quiso obtener los suyos propios. Para esto fue a ver a Zeus, pidiéndole le regalara a él unos semejantes. Pero Zeus, indignado de que no se contentara de su gran tamaño y fuerza, no sólo le negó el darle los cuernos, sino que además le cortó una parte de las orejas.
La envidia no es buena consejera. Cuando quieras mejorar en algo, hazlo con tu esfuerzo y por tu deseo de progresar, no porque tu vecino lo tenga.
Fábula 120.- El buey y la becerra
Viendo a un buey trabajando, una becerra que sólo descansaba y comía, se condolió de su suerte, alegrándose de la de ella.
Pero llegó el día de una solemnidad religiosa, y mientras al buey se le hacía a un lado, cogieron a la becerra para sacrificarla.
Viendo lo sucedido, el buey sonriendo dijo:- Mira becerra, ya sabes por qué tú no tenías que trabajar: y es que estabas reservada para el sacrificio!.
No te ufanes de la ociosidad, pues nunca sabes que mal trae oculto.
Plácido González Hermoso
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