lunes, 24 de agosto de 2009

"A FESTA DO BOI" (Leyendas taurinas)

En la comarca orensana de Allariz-Maceda se encuentra la “Villa Real de Allariz” (título que ostenta por concesión del famoso “Fuero” otorgado por Alfonso VII “El Emperador” (1105-1157) y que tuvo el honor de ser reputada por el rey Sancho IV “El Bravo” con el notorio título de “Llave del Reino de Galicia”) donde se celebra anualmente la famosa “Festa do Boi” o “Boi do Corpus”. El origen se remonta, según la leyenda, hacia 1317, manteniéndose su celebración hasta el s.XX, a pesar de las prohibiciones reales y papales, ya que siempre estuvo amparada por una Pragmática real que la eximía por ser “de antigua costumbre y origen devoto”.
La leyenda cuenta que en el s.XIV habitaba en Allariz una importante colonia judía, en el extramuro barrio de San Esteban. Estos llevaban años burlándose y mofándose al paso de la procesión del Corpus y de la custodia del Santísimo Sacramento, provocando grandes altercados con los cristianos asistentes. Cansados de tantas broncas y peloteras, a un hidalgo de la localidad llamado Xan de Arzúa se le ocurrió, el citado año de 1317, encabezar la procesión a lomos de un buey y escoltado por varios sirvientes que portaban grandes varas con las que golpeaban y fustigaban a los judíos irreverentes, que intentaban repetir la befa y el escarnio de años anteriores a la Santísima reliquia, al tiempo que otros sirvientes les lanzaban hormigas y ceniza que llevaban en grandes sacos y a aquellos que no se dispersaban eran acometidos por un buey que llevaban enmaromado.
Gracias a esta argucia de Xan de Arzúa, los judíos no volvieron a mofarse del culto ni de la procesión del Corpus. Este personaje dejó una importante cantidad de dinero en su testamento, con la obligatoriedad de que la “Fundación del Toro”, que debía crearse, garantizase la continuidad de la fiesta.
La celebración de esta ancestral costumbre quedó interrumpida en los primeros años del siglo XX, hasta que en 1983 la rescató un grupo de entusiastas lugareños.
Antiguamente, ocho días antes de la festividad tenía lugar la llamada “Proba do Boi” para escoger el animal más idóneo para el menester y el toro solamente salía el día del Corpus.
En la actualidad las fiestas duran nueve días y el toro realiza varias salidas, en las que recorre enmaromado las calles de la localidad. Durante el recorrido realiza una serie de paradas en algunas casas señaladas, en las que hay unas argollas en la pared, donde se ata al toro. Una de las paradas "de obligado cumplimiento" es en el Convento de Santa Clara, ya que las monjas tienen desde antiguo el privilegio de poder contemplar la fiesta, desde las celosías de su convento de clausura.
En todas las paradas obsequian al toro con unas sopas de pan y vino, y mientras está atado a la argolla es sangrado con unas picas, acudiendo las mujeres a refrescarlo y secarle la sangre con unas telas mojadas.
La Fiesta es presidida por Xán de Arzúa, un muñeco de paja vestido con ropas viejas que cuelga del balcón del Ayuntamiento y es frecuente que los habitantes de la localidad confeccionen monigotes similares que se colocan en balcones, ventanas y farolas para que el toro los acornee.
Todo esto se desarrolla en medio del regocijo popular excitados por los “foleiros”, que son los repartidores de hormigas.
Esta antigua costumbre del “Boi do Corpus”, parece ser, estuvo bastante extendida en amplias zonas de Galicia, estando documentada su celebración en muchos municipios, como ocurrió en Ribadavia (Ourense), donde salía en la procesión del Corpus, al menos desde el siglo XVI, un “buey preso” que aportaban y era llevado por los carniceros junto con un muñeco de paja que representaba a Xan de Arzúa.
El pelele siguió saliendo en el siglo XVII cuando el buey, junto con un toro bravo, era posteriormente sacrificado en una corrida de toros en la Plaza Mayor, y todavía en el XVIII (1781) se habla de “Juan de Arzua que hes figura de un hombre a cavallo de una Baca”, el cual salía “antiguamente” junto con la “tarasca, y otras danzas...”.
El personaje debió de hacerse popular en las villas gallegas en las que la presencia de judíos era importante y también en Ourense está documentado un Xán de Arzúa que salió en la procesión del Corpus, hasta 1781, un “touro” llevado por los carniceros de la ciudad que, al parecer, se trataba de una imagen de toro con ruedas con personas dentro, aunque también cabe la posibilidad que fuese un animal vivo, un “Boi do Corpus”.
Plácido González Hermoso.

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