martes, 25 de agosto de 2009

EL TORO DE PHALARIS (Leyendas taurinas)

Uno de los instrumentos de tortura, de que fue capaz de alumbrar las mentes macabras y protervas de la antigüedad, fue el conocido como “Toro de Phalaris”. Un instrumento de tortura cuya invención se atribuye a Phalaris, un tirano de Agrakas, (la actual Agrigento, en Sicilia), que murió en el año 554 a.C. Consistía en un toro de bronce hueco en el que el condenado era introducido dentro de él, por una portezuela que tenía en un costado. Debajo del toro prendían una gran hoguera que convertía el interior en un horno. A medida que el calor interior aumentaba, los gritos y alaridos de los condenados eran desgarradores, cuyo sonido salía por la boca del toro dando la sensación de que el toro de bronce mugía.
Al parecer no existen pruebas de la veracidad de la autoría, al contrario, ya que Phalaris fue considerado, por varios escritores contemporáneos, un gobernante culto y justo, aunque es cierto que el toro apareció por aquella época. Se cree que Falaris murió dentro de un toro de bronce, tras sublevarse el pueblo de sus tiranías.
La leyenda, no obstante, cuenta que fue un escultor ateniense, del s.VIII a.C., de nombre Perilo, quien construyó y regaló al gobernante de Agrigento un toro de bronce, destinado a quemar en su interior a los reos sentenciados a la pena capital. Según él, los gemidos lanzados por la víctima debían producir desde el interior del toro ardiente un sonido semejante al mugido del animal verdadero. Phalaris, dice la tradición, mandó hacer la primera prueba arrojando en el interior del toro al propio inventor, Perilo.
En algunos modelos les ponían tubos, colocados en el interior de la garganta de la figura, para lograr mejor sonido y más realismo en el mugido. También algunos disponían de salida de aire especial, para que el humo saliera mezclado con incienso o diferentes aromas y, al parecer, era costumbre coger los huesos calcinados para hacerse pulseras o adornos.
El toro de Phalaris era un "ingenio" que, entre los años 1500 a 1700, no faltaba en ninguna cámara de torturas que se preciara. Y estuvo presente en numerosas salas de tortura de la Inquisición, durante los siglos XVI, XVII y XVIII.
El poeta italiano Dante Alighieri (1265-1321) alude al Toro de Falaris en un pasaje de la “Divina Comedia” (Infierno, Canto XXVII, 7-15), “…el primero en ser introducido en el Toro fue su inventor, por orden del tirano, a modo de castigo, por haber destinado su talento a concebir tan terrible artilugio”.
Los romanos también usaron el "toro de Phalaris" con bastante asiduidad, especialmente con los cristianos y varios santos fueron martirizados en él, como ocurrió con San Eustaquio de Roma, mártir. Llamado Placidus antes de su bautismo, fue general de las tropas romanas a las ordenes del emperador Trajano (52-117 d.C.). Convertido al cristianismo fue martirizado en Roma durante las persecuciones de Adriano (76-138).
Según cuenta la leyenda, su conversión se produjo tras una visión que tuvo un día en que salió de caza, por el bosque de Guadagnolo (provincia de Roma), cuando una manada de ciervos venía hacia él, destacándose uno de gran talla que entre las astas llevaba un crucifijo y oyó una voz que le decía: "Plácido ¿por qué me persigues?. Tú vas a sufrir mucho por causa de Cristo". Convertido al cristianismo fue perseguido, martirizado, torturado y sacrificado en un “Toro de Phalaris", junto con su esposa Teopista y sus dos hijos Agapito y Teopisto.
Su fiesta se celebra el 20 de septiembre y es el Patrón de Sanlúcar la Mayor (Sevilla) y de los cazadores.

En el Museo de la tortura, de Santillana del Mar (Santander), se expone una réplica de un “Toro de Phalaris”.

Plácido González Hermoso.

lunes, 24 de agosto de 2009

"A FESTA DO BOI" (Leyendas taurinas)

En la comarca orensana de Allariz-Maceda se encuentra la “Villa Real de Allariz” (título que ostenta por concesión del famoso “Fuero” otorgado por Alfonso VII “El Emperador” (1105-1157) y que tuvo el honor de ser reputada por el rey Sancho IV “El Bravo” con el notorio título de “Llave del Reino de Galicia”) donde se celebra anualmente la famosa “Festa do Boi” o “Boi do Corpus”. El origen se remonta, según la leyenda, hacia 1317, manteniéndose su celebración hasta el s.XX, a pesar de las prohibiciones reales y papales, ya que siempre estuvo amparada por una Pragmática real que la eximía por ser “de antigua costumbre y origen devoto”.
La leyenda cuenta que en el s.XIV habitaba en Allariz una importante colonia judía, en el extramuro barrio de San Esteban. Estos llevaban años burlándose y mofándose al paso de la procesión del Corpus y de la custodia del Santísimo Sacramento, provocando grandes altercados con los cristianos asistentes. Cansados de tantas broncas y peloteras, a un hidalgo de la localidad llamado Xan de Arzúa se le ocurrió, el citado año de 1317, encabezar la procesión a lomos de un buey y escoltado por varios sirvientes que portaban grandes varas con las que golpeaban y fustigaban a los judíos irreverentes, que intentaban repetir la befa y el escarnio de años anteriores a la Santísima reliquia, al tiempo que otros sirvientes les lanzaban hormigas y ceniza que llevaban en grandes sacos y a aquellos que no se dispersaban eran acometidos por un buey que llevaban enmaromado.
Gracias a esta argucia de Xan de Arzúa, los judíos no volvieron a mofarse del culto ni de la procesión del Corpus. Este personaje dejó una importante cantidad de dinero en su testamento, con la obligatoriedad de que la “Fundación del Toro”, que debía crearse, garantizase la continuidad de la fiesta.
La celebración de esta ancestral costumbre quedó interrumpida en los primeros años del siglo XX, hasta que en 1983 la rescató un grupo de entusiastas lugareños.
Antiguamente, ocho días antes de la festividad tenía lugar la llamada “Proba do Boi” para escoger el animal más idóneo para el menester y el toro solamente salía el día del Corpus.
En la actualidad las fiestas duran nueve días y el toro realiza varias salidas, en las que recorre enmaromado las calles de la localidad. Durante el recorrido realiza una serie de paradas en algunas casas señaladas, en las que hay unas argollas en la pared, donde se ata al toro. Una de las paradas "de obligado cumplimiento" es en el Convento de Santa Clara, ya que las monjas tienen desde antiguo el privilegio de poder contemplar la fiesta, desde las celosías de su convento de clausura.
En todas las paradas obsequian al toro con unas sopas de pan y vino, y mientras está atado a la argolla es sangrado con unas picas, acudiendo las mujeres a refrescarlo y secarle la sangre con unas telas mojadas.
La Fiesta es presidida por Xán de Arzúa, un muñeco de paja vestido con ropas viejas que cuelga del balcón del Ayuntamiento y es frecuente que los habitantes de la localidad confeccionen monigotes similares que se colocan en balcones, ventanas y farolas para que el toro los acornee.
Todo esto se desarrolla en medio del regocijo popular excitados por los “foleiros”, que son los repartidores de hormigas.
Esta antigua costumbre del “Boi do Corpus”, parece ser, estuvo bastante extendida en amplias zonas de Galicia, estando documentada su celebración en muchos municipios, como ocurrió en Ribadavia (Ourense), donde salía en la procesión del Corpus, al menos desde el siglo XVI, un “buey preso” que aportaban y era llevado por los carniceros junto con un muñeco de paja que representaba a Xan de Arzúa.
El pelele siguió saliendo en el siglo XVII cuando el buey, junto con un toro bravo, era posteriormente sacrificado en una corrida de toros en la Plaza Mayor, y todavía en el XVIII (1781) se habla de “Juan de Arzua que hes figura de un hombre a cavallo de una Baca”, el cual salía “antiguamente” junto con la “tarasca, y otras danzas...”.
El personaje debió de hacerse popular en las villas gallegas en las que la presencia de judíos era importante y también en Ourense está documentado un Xán de Arzúa que salió en la procesión del Corpus, hasta 1781, un “touro” llevado por los carniceros de la ciudad que, al parecer, se trataba de una imagen de toro con ruedas con personas dentro, aunque también cabe la posibilidad que fuese un animal vivo, un “Boi do Corpus”.
Plácido González Hermoso.

miércoles, 19 de agosto de 2009

LA VIRGEN DEL TORO, Menorca (Leyendas taurinas)

     Algo muy común en España y que arranca desde la época medieval, son las leyendas del hallazgo de vírgenes encontradas por mediación o con la intervención de un toro. Todas ellas mantienen el denominador común de haber sido previamente escondidas o enterradas, ante la llegada y avance de las invasiones árabes, que asolaron nuestra Península a lo largo de las centurias que van desde la invasión árabe el 711 hasta 1492, fecha en que concluyó la Reconquista.
     A medida que las huestes castellanas o aragonesas avanzaban y conquistaban nuevas tierras a los sarracenos árabes, precedidas las victorias por el signo de la Cruz y quién sabe si bajo aquel lema célebre y mítico “In hoc signo vinces” (“Con éste signo vencerás”, frase revelada a Constantino, junto con el Crismón, la noche anterior a la batalla contra Majencio, el año 312 junto al puente Milvio, por el control de Roma), las cuales iban indefectiblemente aparejadas de los  acontecimientos milagrosos de la aparición o descubrimiento de vírgenes, siempre con la intervención del toro.
     Una de esas antiguas leyendas es la que relata el hallazgo de la Patrona de Menorca, la Virgen del Toro, que ejerce el Patronazgo de una de las dos Islas “Gimnesias”; nombre que los griegos dieron a las islas de Mallorca y Menorca, por ser el lugar donde reclutaban a los “honderos” para formar parte de sus tropas ligeras. Los fenicios las denominaron “Baleárides”, mientras que los romanos las bautizaron con el actual topónimo de “Baleares”.
  Los acontecimientos milagrosos de la leyenda se desarrollaron en una de las laderas de la mayor altura orográfica de esta isla, cuna de la “Cultura Talayótica”, concretamente en el monte Toro, de 357 metros de altura y situado en el centro geográfico de la isla, donde existe un santuario dedicado a la advocación de la “Virgen del Toro.
     Sobre la primitiva iglesia gótica, construida hacia el s.XIII, se levanta el actual santuario edificado hacia el año 1670 y gestionado actualmente por una comunidad de religiosas franciscanas de la Misericordia, que cuenta con hospedería y posada para jornadas de reflexión y plegaria, de diferentes grupos de Menorca.
     Según cuenta la leyenda, la imagen fue encontrada en el siglo XIII por un padre de la Orden de Santa María de la Merced (fundada por San Pedro Nolasco en Barcelona en 1218 para la redención de cautivos en países musulmanes). Estos monjes fueron acompañando al rey Alfonso III “El Liberal”, cuando conquistó la isla en el año 1287. En agradecimiento a los servicios prestados, el monarca les obsequió con dos posesiones, una en Ciutadella y otra a unos 3 Km. de Mercadal, el llamado Podio de Osterno, conocido hoy día como Llinàritx, donde los monjes construyeron un convento.
     Una noche, un anciano monje mercedario vio cómo se alzaba hacia el cielo una columna de luz resplandeciente, desde la cima del monte, repitiéndose el extraño fenómeno en noches sucesivas. Creyendo se trataba de una manifestación sobrenatural, decidió contárselo al prior del convento. A la noche siguiente, los monjes de la comunidad subieron en procesión hasta la cima del monte Toro. Pero la ascensión se hacía cada vez más penosa y difícil, a lo que había que añadir que tampoco sabían muy bien que camino seguir para llegar hasta la cima. De repente, mientras ascendían, les salió al encuentro un toro furioso que les cerró el paso, pero al ver el toro la “Cruz de Guía” procesional y los crucifijos que portaban los monjes, el toro se amansó y los guió monte arriba entre la densa maleza.
     Repentinamente se encontraron con unas enormes rocas que obstaculizaban la marcha de la expedición. La estupefacción y el asombro se apoderó de los monjes, al contemplar cómo el toro las embestía con su poderosa cornamenta destruyéndolas, quedando nuevamente el camino expedito. Desde entonces, este lugar es conocido como el “pas del bou” (el paso del toro). Cuando la comitiva consiguió, por fin, llegar a la cima, el insólito animal se inclinó ante la entrada de una cueva, de la que salía una luz resplandeciente y cegadora, y en ella encontraron la imagen de la Virgen con el niño Jesús en brazos.
     Transcurrido el tiempo de desconcierto primero y veneración posterior, los monjes trasladaron solemnemente la imagen a su convento, creyendo era el lugar más digno para venerar y dar culto a la prodigiosa virgen. Cuando, a la mañana siguiente, los monjes se disponían a adorar a la milagrosa “Virgen del Toro”, comprobaron estupefactos que había desaparecido la imagen del lugar donde la depositaron la noche anterior. La búsqueda se realizó en todos y cada uno de los rincones y alrededores del convento, incluidas las celdas de los mojes, ante la desconfianza de que alguno, llevado de un exceso de fervor mariano, se hubiese apropiado de ella y la hubiese ocultado.
     Tras escudriñar todos los posibles escondrijos y recovecos a lo largo del día, la búsqueda resultó totalmente infructuosa, hasta que al caer la noche volvieron a ver la milagrosa columna de luz resplandeciente que se elevaba desde lo alto del monte.
     Nuevamente volvieron a subir en procesión a lo alto del monte, donde, en la misma cueva, encontraron la imagen de la virgen. Ante este milagroso suceso los monjes comprendieron que era voluntad de la “Señora” morar en la cueva del monte Toro, por lo que levantaron, en dicho lugar, una capilla para rendirle culto y más tarde, construyeron un convento a donde se trasladó la orden de la Merced.
      Desde el milagroso acontecimiento del siglo XIII, el monte Toro es el centro espiritual de la isla y lugar de peregrinación para todos los menorquines, quienes suben anualmente en romería para venerar a su patrona, la“Santísima Virgen del Toro”, cuya festividad se celebra el 8 de mayo. En esta festividad, la Diócesis de Menorca celebra la fiesta de la “bendición de los vientos”, también llamada “bendición de los términos”.
      Desde la cima, del monte Toro, se puede observar una excelente panorámica de la casi totalidad de Menorca, incluso, en días claros, es posible ver también la silueta de la isla hermana de Mallorca.

Plácido González Hermoso.